julio 23, 2005

Notas Del Realizador


FILMAR

En ese momento, lo único que yo quería hacer era filmar. Filmar la realidad sin perder el tiempo. Yo venía de estudiar cine en España. Traía mucha energía y tenía los ojos llenos de asombro. Era un cineasta en su “punto de partida”.

Lo que más me impresionó fue la rapidez con que Allende desencadenó los cambios. Nosotros en Chile estábamos acostumbrados a la lentitud de la vida pública. Yo me acuerdo que los presidentes anteriores eran grises y lentos. Trabajaban lejos de la gente en la oscuridad del palacio.

Ahora ocurría todo lo contrario. Los hechos se producían delante de nuestros ojos. Los cambios se podían tocar con la punta de los dedos. El país se despertaba, se movía. Y para participar no había que hacer ningún esfuerzo.Todo estaba al alcance de la mano.

Miles de trabajadores, de empleados, obreros, gente del campo, funcionarios de la clase media, empezaron a vivir un clima de movilización cotidiana. Familias enteras salían a manifestarse a las calles para apoyar las medidas de Allende. La gente venía en viejos camiones, a pie, en bicicleta, a caballo, acompañados de los niños que gritaban y cantaban. Las calles se llenaron de ciudadanos que se reían solos.
Chile era una fiesta.

En aquella época yo tenía 32 años. Mis colegas de equipo eran todavía más jóvenes. Eramos simpatizantes de la izquierda, cada uno con sus matices particulares, y nos habíamos lanzado a la mayor aventura de nuestra vida.

Filmábamos todos los días, incluso los fines de semana. Vivíamos con los ojos muy abiertos, moviéndonos sin parar.
Allende estaba allí, era parte del paisaje humano de aquella historia, pero yo no me daba cuenta que sin él no había Historia.
Hoy, su figura va ocupando cada vez más espacio en mi mente. Quiero saber cómo se puede ser revolucionario y demócrata a la vez.

MIEDO

Una tercera parte de la población estaba completamente aterrorizada. “¡Dios mío, Allende presidente! ¡Qué horror!...”
Los adversarios de la Unidad Popular creían que Allende les despojaría de sus casas, les quitaría su empleo, les robaría a los niños para que estudiaran en Cuba y que la religión católica sería prohibida. Creían en “la campaña del terror” que ellos mismos habían inventado para restarle votos a Allende.

Este miedo profundo e insondable --que heló el corazón de un tercio de los ciudadanos--, contribuyó después a sostener una de las dictaduras más sangrientas del continente. Y luego alimentó una sed de venganza que hasta hoy sigue viva en la cabeza de muchos chilenos.

TORMENTA

Después de 12 meses el gobierno perdió gran parte de su velocidad inicial... La derecha pasó a la ofensiva... Allende se estrelló contra la Constitución. Era imposible cambiar las reglas del juego legal que le impedían avanzar más rápido… La derecha tomó la iniciativa en el Parlamento: bloqueó todos los proyectos de ley y acusó constitucionalmente a 15 ministros de Allende (que tuvieron que abandonar el cargo). En 1973 puso en práctica la “ley de control de armas” que permitía a los militares ocupar las fábricas en busca de armas (que nunca se encontraron). Una parte de la izquierda perdió la paciencia: quería ir más rápido y romper la legalidad, mientras la otra parte se negaba en redondo a hacerlo.

¿ARMAS?

Los trabajadores estaban acostumbrados a una organización abierta. La ausencia de dictaduras les había hecho olvidar los hábitos más elementales de la vida clandestina. Los servicios de espionaje militar no podían ser controlados. Iniciar el armamento de los trabajadores (suponiendo que esto hubiera sido materialmente posible) no habría hecho más que adelantar la fecha del golpe.
Se habría podido armar a 500 hombres sin producir demasiado ruido. Pero armar a 5.000 obreros habría puesto en pie de guerra a los 50.000 soldados profesionales de las fuerzas armadas. Allende lo sabía.

ONU

A fines de 1972 Allende habló en las Naciones Unidas para denunciar la hostilidad de Estados Unidos:
“Estamos frente a un verdadero conflicto frontal sobre las grandes corporaciones transnacionales y los Estados.
Estos aparecen interferidos en sus decisiones fundamentales, políticas, económicas y militares, por organizaciones globales que no dependen de ningún Estado, y que en la suma de sus actividades no responden ni están fiscalizadas por ningún Parlamento, por ninguna institución representativa del interés colectivo.
En una palabra: es toda la estructura política del mundo la que esta siendo socavada... Las grandes empresas transnacionales no sólo atentan contra los intereses genuinos de los países en desarrollo, sino que su acción avasalladora e incontrolada se da también en los países industrializados donde se asientan...”

GOLPE

El día del golpe yo salí a filmar muy temprano, como a las ocho de la mañana. Era raro, porque nosotros siempre empezábamos tarde. Pero el martes 11 de septiembre teníamos la intención de filmar unos planos aéreos de los “cordones industriales” de Santiago.

Cuando ya estábamos a mitad de camino empezamos a ver muchas cosas raras. Pasamos por la puerta de algunos colegios que estaban vacías en lugar de estar llenas a esa hora. Había muchos policías en las esquinas. Se sentía algo en el ambiente. Encendimos la radio y escuchamos la voz de Allende, que estaba en La Moneda. Se oía mal. Nos detuvimos en una calle para escuchar mejor.

“Les habla el presidente de la república:
Informaciones confirmadas señalan que un sector de la marinería habría aislado Valparaíso... La situación es crítica... hacemos frente a un golpe de Estado en que participan la mayoría de las Fuerzas Armadas (…) En estos momentos pasan los aviones. Es posible que nos acribillen. Pero que sepan que aquí estamos, por lo menos con nuestro ejemplo, que en este país hay hombres que saben cumplir con la obligación que tienen (…) Seguramente ésta será la última oportunidad en que pueda dirigirme a ustedes. La Fuerza Aérea ha bombardeado las antenas de Radio Magallanes. Mis palabras no tienen amargura, sino decepción
Trabajadores de mi Patria: quiero agradecerles la lealtad que siempre tuvieron, la confianza que depositaron en un hombre que sólo fue intérprete de grandes anhelos de justicia, que empeñó su palabra en que respetaría la Constitución y la ley y así lo hizo.
Seguramente Radio Magallanes será acallada y el metal tranquilo de mi voz ya no llegará a ustedes. No importa. La seguirán oyendo. Siempre estaré junto a ustedes. Por lo menos, mi recuerdo será el de un hombre digno que fue leal con la Patria.
¡Viva Chile! ¡Viva el pueblo! ¡Vivan los trabajadores!
Estas son mis últimas palabras y tengo la certeza de que mi sacrificio no será en vano”.

VERTIGO

¿Qué había pasado ?…
Esta pregunta no me deja tranquilo hasta hoy, como a otros millones de chilenos que vivieron la época de Allende (la última utopía del siglo XX).
El 11 de septiembre de 1973 Allende tomó la decisión de suicidarse en el palacio de gobierno para no caer en manos de los militares y para no traicionar a un pueblo al cual había jurado fidelidad. Este acto libre no fue un gesto desesperado ni romántico. Fue un acto realista que nos recuerda que la política no debe jamás bajar la cabeza ante lo imposible.

MEMORIA

Nunca he dejado de recordarle.
Guardo en la memoria la imagen de este hombre tranquilo que trató de cambiar las reglas del juego político en favor de los más1as humildes, de los más pobres, y que murió respetando el juego democrático.

FUTURO

El 11 de septiembre de 1973 es siempre presente.
Salvador Allende amaba la vida y la vida lo amó.
Con esa vida en la cabeza seguimos actuando, pensando e inventando futuro.
El pasado no pasa.